En esta ocasión, en su memoria, reproducimos una carta que dirigió a las "Juventudes Nacionales", no sólo a los jóvenes de su partido.
A la luz de su posterior asesinato, este escrito puede considerarse una especie de testamento espiritual.
Esta llamada a las conciencias puede dividirse en dos partes. Una primera, ideológica, en la que se tratan dos temas "clásicos" de la Fe Falangista; el fundamental de la Justicia Social y el igualmente importante para una Falange de la Unidad de España. Aunque hay que recordar que este aspecto no tiene nada que ver con el concepto de Nación que era hijo de la Revolución Francesa, sino con una comunidad de valores que se forjó en la Cruzada Española, esos 770 años de Covadonga a Granada.
El tema sobre el que deseo llamar la atención en estas pocas líneas no es tanto el aspecto doctrinal mencionado en esta carta / testamento, sino la apasionada y cálida invitación de Juan Ignacio al compromiso y la militancia constante. Señala la apatía y la frustración que a veces también brotan en los círculos nacionales revolucionarios y nos insta a todos a vivir a la mejor de las ideas que profesamos. Una invitación y un estímulo válido incluso ahora.
Carta a las Juventudes Nacionales
A todos los que militáis en movimientos de índole nacional, a los que queréis una España unida, grande y libre, a los que lucháis por un ideal de justicia social en lo profundo… a todos vosotros, camaradas, va dirigida nuestra llamada.
Nuestra llamada no es una llamada de partido ni de clase, sino que, por el contrario, es una llamada de unidad nacional.
Todos nosotros tenemos una misión asignada desde hace tiempo, una misión por la que día a día trabajamos y que debemos cumplir, para bien de nuestra Patria y para no convertir en estéril la sangre de tantos caídos por España: la tarea de devolver a España un ímpetu nacional auténtico y asentarla sobre un orden social distinto, la apremiante tarea de recobrar nuestra España tradicional, exacta, difícil y eterna.
Para ello, nosotros tenemos marcado un único camino, el camino de la revolución nacional-sindicalista, revolución ésta que -ya lo sabréis- tiene como característica formal el orden. Una revolución que tiene una ética y un estilo, el nacional-sindicalista, y que debe empezar a germinar en nosotros mismos.
Porque ¿cómo vamos a implantar un Orden Nuevo, cómo vamos a recobrar nuestra España exacta, difícil y eterna, si nosotros mismos somos incapaces de asumir la conducta que nos debe convertir en los mejores?.
El militante nacional-sindicalista, aquella persona que lucha por la grandeza de España, ha de destacar sobre el resto de la masa.
Un ambiente de chabacanería y apatía por todo lo referido a la ética y al estilo, ha invadido nuestros grupos.
Camaradas, aun estamos a tiempo de evitar que nuestra doctrina pierda uno de sus más valiosos aspectos: el sentido ascético y militar de la vida, aquello que de veras nos ha movido siempre y que hoy hemos perdido. Es hora de que llevemos nuestra camisa azul sabiendo, de una vez por todas, lo que esto supone.
Camaradas, si hoy hay algo que nos mantiene desunidos, que una característica clara nos diferencie de los demás: el ser verdaderos militantes nacional-sindicalistas, que allí donde estemos se note nuestra presencia, como españoles que no quieren para su Patria lo zafio, vulgar y tosco.
¡ ARRIBA ESPAÑA !